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domingo, 25 de octubre de 2020

Libros: Abraham H. Maslow y "El hombre autorrealizado: Hacia una psicología del Ser". (2º de 2).

Hacia pautas de autorrealización.

Cuando Abraham Maslow empezó a trabajar sobre la autorrealización, optó por usar a sus alumnos universitarios como “conejillos de indias”. Lógicamente, antes de buscar a aquellos individuos que diesen señales de ciertos niveles de autorrealización, estableció los criterios básicos de la misma. Una serie de parámetros que, según él y sus colaboradores, debían identificar a toda persona más o menos autorrealizada. Estudiaron a casi tres mil estudiantes, pero los resultados obtenidos fueron más desconcertantes de lo que esperaban: solo dos o tres cumplían todos los requisitos y condiciones marcadas como referenciales de la autorrealización y solo unos pocos más se acercaban a ellos, aunque no lo suficiente como entrar en esa especie de paradigma de plenitud. ¿Qué es lo que pasaba? ¿Estaban mal determinados los requisitos? Para Maslow la autorrealización implicaba muchas condiciones previas y, también, un ambiente cultural favorable. Para él una persona autorrealizada era aquella que podía considerarse como plenamente desarrollada, en un funcionamiento pleno y con plena realización de sus posibilidades genéticas.

Después de muchos cuestionamientos Maslow llegó a la conclusión de que para desarrollar y vivir ese nivel de excelencia se requería de una experiencia y de una trayectoria vital que no podía darse –salvo contadas excepciones- en la juventud sino, más bien, en las edades medias del individuo o, incluso, más adelante. Eso le hizo concluir que autorrealización y desarrollo sano eran cosas distintas ya que la primera es, prácticamente, el resultado deseable y final del segundo. Todos podemos estar de acuerdo en que uno de los indicadores de un desarrollo poco sano es la falta de madurez; si un joven de treinta años se comporta como un adolescente de dieciséis tendremos, sin duda, la sensación de que hay algo que no funciona de manera idónea; igualmente, si un individuo de sesenta manifiesta veleidades propias de un joven de veinte años, probablemente nos chirriarían  algunas de sus actitudes. En ambos casos sabremos que algo está atascado, que no ha conseguido su normal evolución.

Alcanzar la plenitud psicológica implica un adecuado desarrollo psico-biológico (que se produce más o menos “de serie”, a pesar de las diferencias especificas de cada uno) y, también, la confrontación y superación de determinadas experiencias que se constituyen, de esta manera, en requisitos necesarios para la maduración y, por tanto, para la posterior autorrealización. Desde luego  Maslow no quería decir con esto que todo el mundo deba pasar por el mismo tipo de experiencias para madurar y desarrollarse, pero sí parece evidente que no forjarse en según qué vivencias puede ralentizar algunos procesos. No hace falta mirar demasiado lejos ya que la larga crisis del 2008, por poner solo un ejemplo cercano y general, ha hecho que muchos jóvenes permanezcan en la casa de los padres más allá de los treinta años y no solo eso, sino que permanecen –en muchos casos- sin experiencia ni “fogueo” laboral. ¿No se produce en muchos de estos jóvenes una curiosa “infantilización” que los aleja involuntariamente del desarrollo convencional? Sin duda, como no podría ser menos, hay y habrá excepciones, pero es habitual hoy en día ver “retrasos” en asumir muchos de los papeles sociales, biológicos etc. que pueden provocar desajustes en el desarrollo de los individuos, alejándolos de la lógica autonomía personal que es una “conditio sine qua non” para vivenciar la plenitud.

Para conseguir cierta madurez deben vivirse,  según Maslow, necesariamente, determinadas experiencias.

Si nos comparamos con otras sociedades más arcaicas o (mal llamadas) primitivas, fácilmente podremos observar que sus jóvenes se hacen mayores, más adultos, a una edad más temprana. Han efectuado un paso iniciático hacia la madurez de forma más radical, más efectiva (y no se pretende aquí hacer una defensa en sí de ese tipo de procesos, seguramente de muy difícil  aplicación en nuestras sociedades hiper-desarrolladas y consumistas, sino constar la diferencia de tempos). El matrimonio o la vida de pareja, así como la maternidad/paternidad, otorgarán unas determinadas experiencias difíciles de obtener de otro modo. Desde luego el matrimonio/pareja no constituye un requisito para la realización pero podría serlo para aquellos que experimentan la necesidad de tal tipo de realización. Parece evidente –aunque haya muchas excepciones- que en una situación familiar las decisiones ya no pueden seguir basándose solo en las consideraciones personales, lo que implicará un posicionamiento más abierto a otras posibilidades. También la experiencia laboral marca perspectivas y enmarca las posibilidades de actuación futura ya que en el trabajo se aprende a saber qué se puede y qué no se puede esperar del mismo, lo que nos va determinando hacia un cierto “lugar en la vida”. El trabajo nos puede ayudar en el proceso de realización (con todas las excepciones que se quiera, más en estos tiempos en los que las condiciones laborales se precarizan e imponen serios límites a la posibilidades reales de supervivencia económica) puesto que, sin duda, es uno de los aspectos más importantes de la vida, pero tampoco deben crearse expectativas ilusorias al respecto ya que estas puede contribuir a ser más un obstáculo que un elemento de plenitud. Parece evidente que la vida nos enfrenta a situaciones que debemos ir resolviendo y a necesidades y objetivos que vamos cumplimentando. A medida que pasamos a una posición mejor para conseguir los objetivos que nos hayamos marcado, veremos las cosas de otra forma y, entonces, nos parecerá igual de evidente que cuando vamos satisfaciendo nuestras necesidades básicas, otras ocuparán su lugar en un proceso de tensión constante hacia una determinada autorrealización.

Aquí resulta ineludible mencionar la archiconocida teoría de Maslow sobre la jerarquía de las necesidades: según ésta, el proceso de autorrealización solo puede tener lugar cuando están satisfechas las necesidades básicas inferiores (las fisiológicas, las de seguridad, las de afecto, afiliación y aprecio) y muchas de estas se cumplimentarán paulatinamente, al transcurrir de los años (lo cual explicaría por qué encontró tan pocos jóvenes que consiguiesen el perfil que él buscaba). Las expectativas y las posibilidades no son realidades y sólo cuando estas se materializan se puede ir constatando el paso a otros niveles de desarrollo.

Vamos a examinar de manera sucinta aquellos rasgos que Maslow consideraba claves en los individuos autorrealizados. Son rasgos propios de personas sanas aunque su estudio le llevó también a la conclusión de que, para propiciar la autorrealización, era imprescindible efectuar cambios, no solo a un nivel personal, sino también, en el social-institucional (enseñanza, economía, incentivos de trabajo etc. En este sentido M. C. Nussbaum mantiene hoy en día tesis similares dignas de ser estudiadas.), de modo que se pudiera estimular, y no entorpecer, el desarrollo y buen funcionamiento de la personalidad. Maslow consideraba también que el conocimiento profundo de los individuos más sanos nos ayudaría a aprender sobre las condiciones óptimas de desarrollo.

Rasgos de las personas autorrealizadas según Maslow.

Maslow recibió en su momento, como ya he mencionado anteriormente, algunas críticas por su metodología (no lo suficientemente representativa y homologable para algunos colegas), pero lo obtenido después de muchos estudios y replanteamientos resulta todavía válido hoy en día a la luz de estudios posteriores aunque, evidentemente, no se puedan sacralizar sus conclusiones. Los “rasgos” que nuestro autor encontró como característicos de las personas realizadas fueron los siguientes:

1) Una percepción más eficaz de la realidad. Las personas realizadas demostraron tener el don de la ecuanimidad y fueron capaces de juzgar las cosas sin prejuicios o distorsiones subjetivas. Extraían con más facilidad las implicaciones de los hechos básicos y se posicionaban más como observadores neutros, percibiendo, por tanto, las cosas como son sin deformaciones previas. Las personas realizadas, según Maslow, podían tolerar mejor la incertidumbre y la ambigüedad.

2) Aceptación del yo y de los demás. Las personas realizadas demostraban tener la capacidad de aceptar a los demás y a sí mismos como eran. La forma más elemental de aceptación es, sin duda, la satisfacción consigo mismo. Maslow consideraba que las personas autorrealizadas suelen carecer de timidez o sentimientos de culpabilidad y también de la “dudas” tan habituales en las personas corrientes. Quizás no consiguiesen sus ideales, pero no por eso se aceptarían menos a sí mismos. Este tipo de personas no pretendían ser otras personas aunque si fuesen capaces de percibir la realidad de sus propios defectos, intentando a la vez construir a partir de la mejora de los mismos.

3) Espontaneidad, simplicidad, naturalidad. Parece que era común encontrar una evidente naturalidad en todas las personas sanas. Una sencillez no estudiada. Además demostraban ser capaces de elaborar sus propios sistemas de valores y eran estos los que influían sobre sus conductas y no tanto las creencias culturales predominantes o las presiones ejercidas por el entorno. Maslow señalaba que no por ello iban de “anti” nada, al contrario, muchas veces optaban por adaptarse a las situaciones de tal manera que minimizaban posibles conflictos y no causaban molestias a los demás. Sus vidas eran muy autosuficientes e individualistas ya que, hasta cierto punto, permanecían ajenas al medio ambiente cultural. De esta manera se producía la curiosa coincidencia de que las personas realizadas, de ambientes culturales diferentes, eran mucho más parecidas entre sí que las personas corrientes de los mismos medios: No se daba un temor a ser uno mismo, más bien todo lo contrario: partían de tener confianza en sus sentimientos y en los actos que realizaban cara a otros individuos.

4) Centrados en problemáticas externas. Maslow observó que los sujetos realizados mostraban un cierto sentimiento de “misión” que dotaba sus trabajos o actividades de una motivación especial, más allá de la propia satisfacción interna (pero sin olvidarla, claro). Centraban su actividad en problemas fuera de sí mismos y enfocaban su vida cara a la solución de problemas, superando las lógicas frustraciones temporales, pero teniendo clara su determinación hacia la consecución de sus objetivos. Tendían a una cierta identificación con su trabajo y se volcaban en él ya que encontraban conexión con su motivación profunda.

5) La necesidad de intimidad. La mayoría de las personas corrientes prefieren no estar a solas demasiado tiempo porque no son capaces de manejar adecuadamente los tiempos consigo mismas, en cambio Maslow observó que las personas realizadas necesitaban de intimidad y soledad y gozaban de ellas. Al no necesitar “pegarse” a otros eran capaces de disfrutar más libremente de la amistad.

6) Autonomía. Las personas sanas son autosuficientes. Una palabra que quizás suene excesiva, pero que, en el contexto presente, implica una capacidad para soportar las presiones ambientales, de no estar dependiendo por completo de las condiciones que nos marque el medioambiente. Maslow estableció una importante distinción entre las personas motivadas por la deficiencia y aquellas otras que estaban motivadas por el desarrollo. Las primeras necesitaban tener a otras personas disponibles para sí porque la satisfacción de sus necesidades de afecto, seguridad, prestigio etc. sólo podía provenir del reconocimiento de los demás, mientras que, en sentido contrario, las personas que estaban básicamente motivadas por el desarrollo, podían verse limitadas o impedidas por otras ya que sus elementos determinantes de satisfacción eran mucho más in-ternos que sociales.

7) Apreciación continúa. Para Maslow las personas realizadas apreciaban una y otra vez las satisfacciones que les ofrecía la vida sin que la repetición fuese motivo de desinterés. Descubría en ellas una capacidad para apreciar aquello de lo que disponían sin que el deseo de cosas o experiencias nuevas les lleva-se a desdeñar lo que ya tenían. El buscar otras cosas no debería implicar el dejar de valorar lo que ya se tiene.

8) Experiencias místicas o experiencias cumbre. Maslow descubrió en los sujetos realizados que poseían convicciones firmes en un sentido que podría denominarse religioso, pero no tal y como lo entendemos la mayoría de nosotros ya que descubrió que, en ocasiones, tenían experiencias que no dudó en considerar místicas, o, por su agudeza e intensidad, “cumbres”: aquellas en las que se producía una cierta pérdida del yo o trascendencia del mismo, una concentración intensa y un auto-olvido (la descripción de Maslow de estos estados recuerda mucho el proceso de “fluir” descrito por M.Csikszentmihalyi ).

9) Sentimiento de comunidad. Para Maslow los sujetos sanos y realizados parecían identificarse con cualquier ser humano con un desarrollado sentido de empatía: experimentaban comprensión y simpatía hacia otros que podrían no estar tan desarrollados como ellos mismos. No era exactamente una actitud de “paternalismo”, que tendría obvias connotaciones de superioridad, sino, mas bien, como la de un “hermano mayor”, más predispuesta hacia la comunicación que hacia el adoctrinamiento. En cualquier caso, la persona desarrollada, aunque anhele la compañía de otras personas a las que considere iguales y con las que consiga un mayor grado de conexión, es capaz de experimentar simpatía e interés por los demás.

10) Relaciones personales. Los autorrealizados analizados por Maslow tendían más a limitar sus amistades a unos pocos que a buscar un amplio círculo de relaciones.

11) Carácter tolerante. Las personas sanas, según Maslow demostraban tener una alta capacidad para la tolerancia y la aceptación de ideas y planteamientos diferentes, ya fuese en el plano político, religioso, social o profesional. Eran capaces de no ponerse a la defensiva si alguien tenía algo que enseñarles y no trataban de afirmar constantemente su superioridad; la superioridad ajena se apreciaba, no se vivía como una amenaza.

12) Sentido del humor no hostil. Son muchos los que han considerado el sentido del humor, no solo como algo necesario para vivir bien, sino como una de las características de las personas inteligentes. Maslow observó que, si en ocasiones el humor convencional se centraba en la exteriorización de hostilidad hacia lo diferente o en la ridiculización de impulsos prohibidos, en las personas realizadas era distinto, más sutil, centrado en las discrepancias entre aquello que es y lo que debería ser.

13) Creatividad. Para Maslow la creatividad no era tanto la creación de realizaciones notables de determinadas personas con destacados talentos como la inventiva, la originalidad, la espontaneidad y la frescura de sus enfoques. Para él era una actitud del espíritu más allá de los encorsetamientos propios de determinadas culturas o ámbitos.

14) Resistencia a los aspectos negativos de la cultura. Uno de los posibles “problemas” al leer las características de realización o de las personas realizadas de Maslow es que todo parecen parabienes o “perfecciones: Da la sensación de que estamos ante la descripción de una especie de “George Clooney” psicológico inalcanzable para el común de los mortales, pero esas características implican, en muchas ocasiones, un cierto enfrentamiento al medio. Las personas realizadas no eran siempre el paradigma de la perfecta integración (como sería para algunos el arquetípico eneatipo tres, de la caracterología eneagramática), o del extrovertido simpático que cae bien a todo el mundo. De hecho, se les consideraba muchas veces como excéntricos o, incluso, antisociales. La auto-suficiencia que vivían resultaba molesta u ofensiva para todas aquellas personas que no toleraban la independencia o la valía de otros.

15) Integridad de la personalidad. Aun teniendo en cuenta lo dicho en el epígrafe anterior, las personas sanas no experimentaban fragmentación de la personalidad. No había en ellas oposiciones ni conflictos (entre impulsos básicos y conciencia, entre egoísmo e ideales, entre impulsos infantiles y conducta adulta). Además, y esto es especialmente reseñable a los efectos que nos ocupan, eran capaces de trascender divisiones que las personas corrientes vivimos como una clara oposición: trabajo y juego, masculinidad y feminidad, racionalidad y emocionalidad, no eran para ellos cualidades opuestas sino todo lo contrario, aspectos que se complementan; buscaban la integración más que la polarización. Por ejemplo, un hombre varonil podrá poseer cualidades femeninas y viceversa en el caso de las mujeres; demostraba, por lo tanto, una comprensión vivencial de aspectos que para muchos están determinados por las pautas vigentes, de forma global, en la civilización en la que están inmersos.

Maslow desarrolló estos puntos en diversos foros y diferentes publicaciones. Posteriormente la psicología trans-personal fue matizando algunos puntos de vista y desarrollando otros que complementan las tesis expuestas.

Conclusiones.

¿Una psicología de la perfección? Hay que reconocer que en ocasiones, al leer a Maslow, uno tiene la misma sensación que cuando se lee a Goleman y sus tesis sobre la inteligencia o a M.Csikszentmihalyi y sus análisis sobre el “fluir”: Si, todo muy bien, pero ¿es posible extrapolar consecuencias para el ciudadano de “a pie?. El por qué de la pregunta se justifica ante la ligera intuición de que todos estos autores parecen partir de la base de un ideal previo (en el caso de Maslow es manifiesto) al que solo llegan unos pocos elegidos. No cabe duda de que, como objetivo hacia el que tender, parece lógico y deseable aspirar hacia esas pautas ya que el ser humano cuenta con una extraordinaria capacidad de automotivación y un anhelo casi inmarchitable de mejora. También es una verdad obvia que nacemos para morir, el meollo está, por lo tanto, en desarrollarse plenamente, en activar todas nuestras potencialidades, mientras dure dicho trayecto y es allí donde cobra valor y sentido hablar de un camino de desarrollo. La meta no puede ser nunca un obstáculo sino, más bien, el punto final de un proceso. Es precisamente en este sentido de proceso donde los rasgos de Maslow pueden constituir una poderosa herramienta de auto-cuestionamiento y desarrollo ya que se pueden utilizar como preguntas con las que interrogarse, con las que evaluar en qué momento estamos y no solo como características que tienen otros que ya han finalizado su proceso. Como bien señalaba Sócrates en su aforismo, una vida debe examinarse, cribarse constantemente, para dotarla de sentido.  Los rasgos de Maslow no pueden divinizarse (nada debería divinizarse) como si solo existiese un único camino de autorrealización pero no cabe duda de que sus planteamientosy los de toda la psicología trans-personal- pueden facilitarnos y propiciar una “andadura” más plena. En cualquier caso las decisiones de cómo y cuándo empezar un camino de transformación quedan siempre en el terreno de la más absoluta intimidad y solo uno mismo debería ser el que decida si se recorre o no. 

 

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