Ang Lee: El banquete de bodas.
El banquete de bodas (1993) fue, como hemos visto anteriormente, el segundo largometraje de Ang Lee. El director la presentó con éxito en el festival de Berlín de 1993 en donde compartió el Oso de Oro con otra película de nacionalidad china. Siendo una película amable, de las que se ven con facilidad y agrado –aunque, inevitablemente, no deja de notarse en ella el paso del tiempo-, tiene en su temática la impronta de una preocupación que el director taiwanés seguirá desarrollando en posteriores films: la colisión entre las viejas tradiciones chinas y la permisividad social occidental (real o aparente).
A este director -y a muchas personas también- le preocupa el enfrentamiento entre aquellos valores que las buenas costumbres consideran respetables y necesarios y el imperativo vital de aceptarse con libertad aunque ello signifique el desmoronamiento de lo que, hasta el momento del conflicto, se había considerado como esencial.
Desde luego, no es un tema baladí porque todas las sociedades imponen -de una manera u otra, clara o subrepticiamente- una serie de valores que se alzan como predominantes e indiscutibles y el choque con quines no los comparten o ven las cosas de otra manera suele ser fuente de tensiones y conflictos (a veces muy dolorosos como cuando en el caso de la película, implican cuestiones de identidad).
En clave de comedia, con algunas notas melodramáticas, la película resulta divertida sin caer en clichés excesivamente estereotipados de personajes o roles (aunque en ocasiones roza la caricatura, pero solo lo que se supone que es justo para el tempo del divertimento).
La ciudad en donde se desarrolla la trama no es Nueva York por azar ya que la megápolis representa para muchos el paradigma de las virtudes y de los defectos occidentales y ofrece y es, en este sentido, la cobertura adecuada para explicar cómo el protagonista, Wai-Tung, emigrado chino (al igual que el director), es capaz de vivir sin las ataduras propias de su cultura natal, su homosexualidad y la relación sentimental estable que mantiene con otro hombre, Simón.
El choque -y el jarro de agua fría- que le recuerde la otra parte de su realidad se producirá cuando los padres de Wai-Tung anuncien su visita con la intención de asistir a la boda de su hijo –con una mujer, claro- y éste se vea en la necesidad de preparar un falso matrimonio con el que pretenderá no decepcionar a sus padres y cumplir sus expectativas. Esto desencadenará todo tipo de situaciones, algunas hilarantes y otras más bien tristes, que harán que todos los protagonistas tomen conciencia de que algo chirría demasiado como para ser auténtico.
El guion tiene la habilidad de ir cambiando de registros en las dosis justas como para definir a los personajes e ir mostrando sus sentimientos a la vez que resuelve la trama sin exceso de moralina.
Sin ser una gran película, El banquete de bodas tiene la virtud de mostrar la dificultad y la problemática de las identidades bifurcadas (por la raza –relación entre personas de diferentes razas-, por la opción sexual –homosexualidad de los protagonistas- e incluso por la vinculación nacional, al tener que elegir entre los valores de la nación de origen o los de la nación de adopción).
También resulta una película interesante porque en su momento habló con naturalidad de temas controvertidos como los anteriormente mencionados y sobre muchos de sus matices: la ocultación de la homosexualidad a la familia para evitar males mayores, el choque generacional entre padres (conservadores) e hijos (en principio, más progresistas), las diferencias inter-culturales entre países y razas diferentes; además el film muestra sin excesivos aspavientos cómo una pareja homosexual convive y comparte los problemas cotidianos –homologándola a cualquier otra pareja-, lejos de guetizaciones, exponiendo la necesidad básica que tenemos todos de ser reconocidos y apoyados por el entorno familiar y social.
Hay, además, en esta película un cierto tono optimista, de “buen rollito”, que hace de amable la visión del film y que Lee mantuvo también en su siguiente película (Comer, beber, amar -1994, en dónde trataba las diferencias entre generaciones y el sentimiento de pérdida ante la caducidad de los valores del pasado) pero que, como vamos a ver en la próxima entrada, no duró en sus demás films que, sin ser necesariamente pesimistas, si mostraron un análisis más frío, “diseccionadoramente” analítico, y racional de la realidad,
independientemente de que se trate de la Inglaterra decimonónica o de la Norteamérica de los setenta.
Tanto El banquete de bodas como Comer, beber, amar fueron películas “taiwanesas”; su éxito hizo que Lee fuese reclamado por la industria inglesa para encargarse de un proyecto totalmente diferente a lo que hasta el momento había realizado. Sentido y Sensibilidad (1995) fue una verdadera oportunidad para que el director cambiase de registro: “Sentido y sensibilidad me permitió trabajar en un tipo de cine que para mí era diferente. Aprendí a trabajar con estrellas de cine, a manejar una producción de mayor escala, a trabajar con actores ingleses y en grandes estudios. Aunque no aprendí nada nuevo, excepto trabajar con un texto en inglés, me ayudó a reafirmar una vez más el tipo de cineasta que soy y quiero ser….”.
Esa firme convicción sobre su capacidad para mantener una mirada propia, independientemente del tipo de producción a desarrollar, fue lo que dio a su siguiente película (que analizaremos en el siguiente post), La tormenta de hielo (1997), un aire peculiar, de estudio casi entomológico, propio de alguien que es capaz de observar sin sentirse excesivamente implicado porque analiza una realidad que no es la suya (un distanciamiento muchas veces necesario e imprescindible para poder ver la realidad y sus problemas con cierta objetividad).
Todas las imágenes y/o vídeos que se muestran corresponden al autor o autores referenciados.
Su exposición en este blog pretende ser una contribución a la difusión de obras dignas de reconocimiento cultural, social o humano, sin ninguna merma a los derechos que correspondan a sus legítimos propietarios.
En ningún caso hay en este blog interés económico.
Las opiniones expuestas en el post son referencias para la reflexión y no presuponen la postura oficial de Teléfono de la Esperanza
No hay comentarios:
Publicar un comentario